jueves, 20 de junio de 2013

hace días

Si pudieras entenderme, cruzar el puente que se tiende entre nosotros dos, quizás enamorar. No existen en mi sutilezas.  Me gustaría que no significaras tanto en mi vida, pero ya es tarde.  Me fuí y volví y me voy de nuevo a ver si desaparece este rastro de mi que tan lejos está. Me armo de valor para enfrentar. Cambié de opinión una vez más para no perder la costumbre.

Me siento despegar de unos tentáculos que se aferran a mi cuerpo y a mi cerebro. Vienen en ellos tormentas  de


Ahora te encuentro, después de años, y siento un alivio terrible. Ahora te encuentro y antes fuimos niños. Solo veo lo que el mundo ha hecho en nosotros. Es muy extraño sentir eso. Te miro y floto en el aire y me dan muchas ganas de jugar y de reirme como un chico. No quiero ver el mundo. No quiero ver el mundo.  Quiero verte a vos, que traes mi inocencia ahí donde sonreís. Quiero guardarnos del peligro que parece acechar siempre, todos los días. Me acuerdo que rompí un libro tuyo, sin querer, y que una vez nos peleamos grande. Quizás dos, pero la primera vez no cuenta, porque eramos muy chicos.
Estamos tan lejos y, sin embargo, hay algo intacto. Quizá es que desde tan lejos, seguimos estando acá los dos, tirando para no aflojar, insistiéndose a la vida, y eso, para mi es demasiado hermoso, demasiado increíble. Me siento parte de un gran experimento en el cual nuestra existencia es contingente, podemos morir como ratas, en el olvido.
Miré primero a los hombres y los descubrí siendo fieras, demasiado ansiosas, demasiado desamparadas, respirando aturdidas en un mundo que los recibe como una tormenta en la que las palabras y las cosas nunca se  terminan por poner de acuerdo. Vi a los hombres ocultando húmedos secretos, demasiado comprometidos con esta vida siempre tan nueva e impredecible, los vi adscritos a formas de ver el mundo que desbordan excepciones. Vi niños borrachos, adultos que se cagan encima, pequeñas existencias escondidas entre las paredes de una casa, escondidas bajo un cartón, escondidos todos. En esta comedia parece que hay que aprender a reírse de la desdicha.
Antes, nuestros miedos e inseguridades, nuestra incompetencia, eran cosas del crecer, por nuestra inocencia  justificadas. Ahora, todo lo que guardemos, todo lo que haga un hueco en nosotros, es motivo de locura, de desesperación.

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