viernes, 23 de octubre de 2015

Vivo adentro del sueño. Apenas me doy cuenta. No puedo salir. No me despierto. Pasan cosas que no pueden ser en realidad. No tiene sentido. Aunque es muy parecido. Por eso, a veces me olvido. Hasta que, de pronto, se vuelve demasiado inverosímil. Entonces, contesto.
Los grandes acontecimientos logran embeberme en la atmósfera con más naturalidad. Son detalles más bien sutiles los que me alertan de que estoy adentro. Adentro o afuera, no sé donde quedan las cosas. Una vez alertado, todo se vuelve más pesado, como a punto de desprenderse de sí mismo. O podría, más bien, ser mi cuerpo el que se aliviana dejando todo atrás, y aparece entre el espacio y yo una distancia creciente. Parece que voy a soltar. Aparece que voy a soltarme. Y no. No me suelto nunca. Sigo en el sueño. Vivo adentro del sueño. Esta conciencia me invade como una urgencia terrible. Me suspendo en algo que nace como una intriga y pronto se trastorna y deviene misterio, quizás miedo y euforia y entonces pánico. Al tiempo la urgencia se quieta. Aparece una distancia creciente entre la urgencia y yo. La presencia del sueño se desvanece en las sombras del recuerdo. Las cosas recobran su peso original o, tal vez, yo me acostumbro a las nuevas condiciones o puede que nada haya cambiado nunca, porque, concretamente, sigo acá. No me despierto. Pero tampoco me impacta demasiado. No es ni siquiera nuevo. Entiendo que así funciona. Debe ser un sueño muy profundo. Me pregunto si me acordaré de como son las cosas de este otro lado o sí despertaré sin saber siquiera que estuve encerrado tantísimo tiempo. 
Creo que hay otros a mi alrededor. Sólo lo sospecho. A algunos los encuentro en una de esas veces en las que están al borde de despertarse pero no pueden. Presentan los mismo síntomas que yo. Caldean en su interior cataratas de humores cada vez más furiosos hasta que retornan a una calma esquiva, ciertamente, distante, somnolienta. Abandonan las preguntas porque la confusión es demasiado grande. Se cansan. Desearían escapar de la tortuosa insistencia de que algo absorbe los indicios. El recuerdo, así sea un nebuloso entramado de formas confusas y apretadas y proliferantes,previene de entrar en los pantanos de un presente amenazadoramente tambaleante.
Con esforzados parámetros, retomo los días y comprendo que estar acá es para todos igual de extraño. Ni yo ni nadie pretende perder la cabeza dentro de los insondables laberintos de este sueño que deambula dentro y fuera, justo en el borde de la pesadilla. Desde el borde uno no puede ver los abismos a los lados. De verlos es muy posible caer.
Finalmente, me pregunto si la caída no será justamente la salida... si es que hay salida o algo como estar "despierto" o estar "dormido".

lunes, 19 de octubre de 2015

No podrías enfrentar mi coche. No podrías enfrentar el motor. Hubieras podido, antes. Antes era posible. Todas mis puertas estaban abiertas. No hay posibilidades de desarrollar nada ahora. Sos un objeto perdido en la dirección. Una cartuchera nueva. Unos zapatos rotos. Un juguete, ni siquiera mío. Un cuerpo plano.
Muy temprano me desbordé.  Lo que tengo es muy raro. Sólo les pasa a los viejos o a las personas que gestan mucho tiempo encerradas.  Pero mi condición es otra. Es otro el camino por el que llegué a perderme así. Una fuga de agua y de aceite. No hay posibilidades de aprender nada ahora.  Puedo hablar de cosas, todavía, pero tengo que leerlas o repetirlas mecánicamente. Lo que tengo es muy raro. No sirven las palabras. Puedo cancelar mis compromisos, quizás así evite un mal mayor. Es un colapso masivo. Confundo y expongo procesos inconclusos, pero parecen desvestir mis géneros y certezas. Prácticamente dediqué mi vida a este intento. No supe que podía no ser. Prepararíamos un espacio agradable, con buena luz que entre por las ventanas y flores con olores suaves, telas y paredes blancas y una feliz sensación de muerte. Vida.

martes, 6 de octubre de 2015

amenaza la mañana disentir 
y dejar entrar en un solo viento
soplos de fuera hastalterar todos tus dulces años
vinimos del costado desde el costado abajo
armando y llegamos a tocar el sol
repetimos formas permitidas invirtiéndonos
infiltrándonos
tan pronto comprendimos que la alteridad
tiene escondites en la soledad
y que hace falta hablar lenguas esquivas
repetimos esas formas permitidas
y sin siquiera fingir, una mañana disentir
y dejar entrar en un solo viento soplos de afuera hasta alterar todos esos dulces años que habitamos escondidos
crecimos del costado desde el costado abajo armando y dando señuelos a los hombres que pura necesidad sucumben ante el frágil coqueteo de la pertinencia.