lunes, 19 de octubre de 2015

No podrías enfrentar mi coche. No podrías enfrentar el motor. Hubieras podido, antes. Antes era posible. Todas mis puertas estaban abiertas. No hay posibilidades de desarrollar nada ahora. Sos un objeto perdido en la dirección. Una cartuchera nueva. Unos zapatos rotos. Un juguete, ni siquiera mío. Un cuerpo plano.
Muy temprano me desbordé.  Lo que tengo es muy raro. Sólo les pasa a los viejos o a las personas que gestan mucho tiempo encerradas.  Pero mi condición es otra. Es otro el camino por el que llegué a perderme así. Una fuga de agua y de aceite. No hay posibilidades de aprender nada ahora.  Puedo hablar de cosas, todavía, pero tengo que leerlas o repetirlas mecánicamente. Lo que tengo es muy raro. No sirven las palabras. Puedo cancelar mis compromisos, quizás así evite un mal mayor. Es un colapso masivo. Confundo y expongo procesos inconclusos, pero parecen desvestir mis géneros y certezas. Prácticamente dediqué mi vida a este intento. No supe que podía no ser. Prepararíamos un espacio agradable, con buena luz que entre por las ventanas y flores con olores suaves, telas y paredes blancas y una feliz sensación de muerte. Vida.

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