martes, 31 de marzo de 2009

De la inmortalidad

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Yo soy nadie. Hace 33 años que no estoy. Se me vuelve borrosa la noche en que me desaparecieron.
Toda mi vida se resumió en aquella noche rejuntando mis recuerdos en un shock violento. Fue esa noche en la que dejaron de mi solo un rastro ambiguo entre las sombras. Supe desde el principio, o bien, desde el final, que tendría que esconderme, masificarme y volverme un número más entre la multitud, disfrazado bajo ropas negras, siendo un cuerpo sin rostro. De solo pensarlo se me hiela la sangre. Buscaban volverme un perro sin su hueso, un actor sin un guión. Pero supe siempre, también, que al fin y al cabo, terminaría desnudo, inavitablemente expuesto ante sus ojos perturbadores. Sus mirada aternamente atenta.
Yo NO decidí desaparecer. Ellos se llevaron mi cuerpo, lo derribaron bajo presión, pero dejaron ese rastro, eso que es abstracto, lo inalienable y lo más importante: dejaron intactas mis ideas y mi lucha.
Lo que fue, lo que es, lo que siempre será cuando yo ya he dejado de ser.